Nuestro enemigo: Nosotros

Nacemos con todos los ingredientes necesarios que nos permiten disfrutar de la vida, sin embargo, nada más nacer, nuestros padres, nuestra cultura, nuestras interacciones sociales, empiezan a actuar y empezamos a confiar más en todas estas cosas externas que en nosotros mismos.

Con toda esta mezcla se crean nuestros valores personales, es decir empezamos a saber que está bien, es bueno o importante para nosotros.

A lo largo del día pensamos multitud de cosas, como se suele decir “la cabeza corre más que los pies”, hacemos nuestras propias teorías y nos montamos nuestras propias historias de lo que puede pasar, lo que podría haber sido o lo que será.

A partir de la evaluación que realizamos de nuestro entorno, surgen las creencias. Por ejemplo si somos muy tímidos, y estamos en una fiesta con amigos y gente que no conocemos, al notar que nadie habla con nosotros podemos pensar que es porque no le caemos bien a nadie o bien que es normal su comportamiento porque no nos conocen aún.

Dependiendo de la creencia que nos convenza más, adoptaremos una actitud u otra. Si creemos que es porque no nos conocen, nos relajaremos e intentaremos hablar con la gente, si pensamos que no le caemos bien empezaremos a sentirnos inseguros y actuaremos bajando la cabeza, ocultándonos todo lo posible y pensaremos en irnos lo antes posible.

Esos valores personales que hemos ido creando, son nuestras creencias; pueden dictar cómo nos comportamos y cómo nos sentimos. Cada situación pasa por nuestro filtro de creencias (muchas veces tan automático que es imperceptible), y en función del resultado la situación será positiva o negativa. Es decir, somos nosotros quienes le aportamos esa categoría de positivo o negativo, en función de nuestros valores y no de la situación.

Este ego lleno de nuestras creencias, y todos los apegos que nos comporta, también nos hace sentir que en muchas ocasiones tenemos la razón y que tenemos que ser respetados.

Cuando las creencias acerca de cómo creemos que debería ser uno mismo, los demás o la vida en sí, son rígidas e inflexibles, pasan a ser irracionales. Se llaman así porque no existe una prueba clara de lo que estamos pensando en ese momento sea cierto.

 El problema de las exigencias es que cuando nos ponemos a actuar, al pensar de forma rígida acerca de lo que debemos conseguir o actuar de cierta manera, elaboramos metas poco realistas, y precisamente el hecho de no conseguirlas nos puede frustrar.

Cuando empezamos a abandonar este ego y cuestionar la veracidad de nuestras creencias, haciéndolas más flexibles, nos transformamos más en observadores y dejamos de luchar para empezar a disfrutar.

“El agua lo vence a todo porque se adapta a todo” Lao Tse

Foto: Flickr

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