Cuando nos duele algo, o estamos preocupados por algo físico, lo primero que pensamos es en pedir ayuda, queremos saber qué nos pasa y solucionarlo cuanto antes. Pero cuando algo nos afecta emocionalmente, lo dejamos pasar. Pocas veces nos detenemos a averiguar qué puede estar provocando ese malestar.
Es habitual que los comentarios que acompañan a una queja de estado de ánimo sean del tipo “el tiempo lo cura todo” o “trata de no pensar en eso” ¿te imaginas cual sería tu reacción si cuando te rompes una pierna tus amigos te dijeran lo mismo?
Esta poca atención a las torceduras emocionales hace que cuando la tristeza se apodera de nosotros intentamos dejar pasar el tiempo para ver si pasa la “mala racha”, y esperamos que algún día al levantarnos nuestro estado de ánimo haya cambiado.
Tengo malas noticias: esto no cambiará, si no empiezas a prestarle atención a tu tristeza y a pensar en por qué puede ser debido, nada cambiará.
Cuando los sentimientos de tristeza se alargan en el tiempo, pierden su función terapéutica y empiezan a inundar todo a nuestro alrededor, como una bolsa de té que introducimos en agua y que inunda todo de su color.
Empezamos a perder interés por las cosas que nos rodean, lo que provoca que cada vez nos sintamos más tristes y cansados, y que, a su vez, dejemos de hacer cosas que antes nos gustaban y a quedarnos rumiando con nuestros pensamientos de tristeza. Y de nuevo comienza el círculo de depresión en el que estaremos inmersos.
Es importante prestar atención a nuestras emociones. La tristeza es una emoción normal y con una función terapéutica cuando vivimos un evento negativo, una pérdida, un alejamiento personal o una decepción, y es necesario pasar por ella y dejarse caer, pero cuando se alarga en el tiempo pierde este valor y debemos prestarle la atención adecuada para ver qué está pasando.
Tener pensamientos negativos es una “emergencia mental” que requiere toda tu atención. ¿Le estás dando el cuidado que se merecen?